Rebeca nunca deja de fanfarronear de todos los lujos que sus padres le permitían. Siempre ha sido una niña bastante consentida y poco humilde, además, es una de esas personas que no deja de inventar ridículas e incongruentes historias sobre sí misma para hacerse la interesante. Cada mañana, en la marquesina del bus, toca escuchar continuamente sus relatos.
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